TORIBIO, SACA LA LENGUA
Todos los vendedores
ambulantes de Madrid eran conocidos por su nombre propio en los años
finales del siglo XIX. Dos décadas después su número se incrementó
de forma considerable, llegando a rebasar el medio millar de mujeres
y hombres que ofertaban por las calles todo tipo de productos.
Periódicos, alimentos, estampas, figuritas o complementos para
vestir eran transportados en cestas y cajas por estos comerciantes,
que recorrían a pie largas distancias desde sus pequeños talleres
hasta los puntos más concurridos del centro de la ciudad.
Fotografía: Martín Santos Yubero (años 20). Vendedor ambulante con su cesta de mercancías. |
La venta de juguetes ocupaba un lugar importante en este tipo de comercio. Molinos de papel, pelotas de cartón, carritos o estáticas figuras de animales vestidos con recortes de telas en colores vivos dejarían paso a otros artículos más complejos, dotados de sencillo movimiento. La competencia era severa y había que agudizar el ingenio.
Esta es la historia del juguete callejero más famoso de los primeros años del siglo XX: “Toribio, saca la lengua”.
Fuente: prensahistorica.mcu.es (1908). Dibujo que hace referencia al famoso juguete. |
Una pequeña cabeza de goma, con la cara de un hombre pintada en uno de sus laterales, sacaba descarada y agresivamente el largo apéndice de su boca mediante una sencilla presión con la mano. El juguete se convertiría en el más famoso e imitado de Madrid.
Aquel muñeco, que anduvo rodando por los bazares durante muchos años sin que nadie le prestara atención, llegó un día a las manos de un astuto vendedor llamado Toribio Casas. Fue él quien puso de moda el entretenimiento infantil más popular e impertinente de aquel principio de siglo, al que daría su propio nombre, mientras gritaba como reclamo que sacara la lengua. El pregón fue un acierto y el juguete triunfó, haciendo gracia a todo el mundo.
Toribio Casas había nacido en 1873 y comenzó a trabajar a la edad de doce años. Allá por 1907, este artesano fue uno de los más conocidos de Madrid debido a su peculiar indumentaria, compuesta por una llamativa blusa y un sombrero turco. Así vestido, voceaba con potencia por las calles ocurrentes frases para llamar la atención sobre sus mercancías.
Fuente: hemerotecadigital.bne.es (1935). Toribio Casas, ya anciano, en su casa y taller de El Rastro. |
Casas, que se consideraba escultor frustrado, también fue el creador de otros pequeños muñecos de rudimentaria mecánica: “Paquito”, que consistía en una cabecita cuya boca se abría al tirar de un hilo, para decir con trompetilla «papá» y «mamá». “Periquito, baja por el hilito y menea el rabito” o un mono que se descolgaba por una fina cuerda mientras movía la cola, que vendía por diez o quince céntimos (de peseta) por las calles de Madrid al grito de ¡Para el nene y la nena!, mientras accionaba sus sencillos mecanismos.
Entre los meses de julio y diciembre el modesto taller de la Ribera de Curtidores (El Rastro), donde vivía y trabajaba, estaba dedicado a confeccionar figuras para los nacimientos de Navidad. Compraba el barro seco, procedente del Cerro Negro vallecano, lo amasaba para introducirlo en moldes de escayola y cocía sus diseños en un pequeño horno. Luego, con ayuda del vecindario, pintaba las piezas para venderlas en el mercadillo de la plaza de Santa Cruz.
Fuente: hemerotecadigital.bne.es (1935). En el taller de El Rastro se hacían figuritas para Navidad. |
Toribio Casas, el infatigable inventor de pequeños juguetes y habilidoso comerciante, de haber dispuesto de otros medios y de haber vivido en otro ambiente; es posible que hubiera llegado a ser un escultor de fama.
ANTIGUOS CAFÉS DE MADRID OS DESEA FELICES FIESTAS Y ESPLÉNDIDOS REGALOS DE REYES.
Fuentes:
madrid.org
prensahistorica.mcu.es
Cuánto disfruto con toda la información sobre Madrid. Una ciudad tan cerca y...tan lejos. Muchísimas gracias
ResponderEliminarNos alegra muchísimo que te gusten nuestros artículos y que nos lo hagas saber. Muchas gracias, es un placer hablar de Madrid.
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Seguro que lo mas a disfrutar.
Daba trabajo a sus vecinos y no creó un imperio industrial-juguetero ¿podemos considerarlo economía colaborativa? ¿o le faltó ambición, visión empresarial o medios financieros?
ResponderEliminarEs de suponer que, en tiempos de Toribio, no había más economía colaborativa que la de ganar para comer al menos una vez al día. La publicidad, para la venta de productos, tenía que ver con desgañitarse para venderlos.
ResponderEliminarAquellos eran otros tiempos...
Un saludo, Conde y gracias por tu comentario.
Mira que decir que en la foto de 1935, Toribio era un anciano... pero si tenía 62 años y encima parece mucho más joven!
ResponderEliminarCarmina, el término "anciano" al que te refieres era frecuente en la época de la fotografía de Toribio (1935), para alguien de su edad. Esa es la razón de haber adoptado el adjetivo.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario y un café para ti.