LA MUJER DE LOS CHISTES Y LOS POEMAS DE AMOR

Desde los años finales de la década de los sesenta un personaje, con cierto halo de misterio, ofrecía incansable sus chistes y poemas de amor a lo largo de las filas de espectadores que aguardaban su turno ante las taquillas de los cines de Madrid. Casi nadie prestaba atención a su oferta, tampoco parecía interesar su presencia, pero su singular aspecto sí es recordado por quienes cada día, poco antes de que comenzara la sesión de la tarde en los cines de la Gran Vía o de la calle de Fuencarral, escuchaban su voz invitando a comprar, por cinco duros, los chistes o poemas que vendía.


Fotografía de autor desconocido.
La mujer que vendía chistes y poemas de amor.

El personaje al que hacemos referencia era una mujer de estatura corriente para la época, delgada y con la espalda algo encorvada por la edad. Su melena suelta y canosa, siempre protegida por un gorro de tela o un sombrero ajado, cubría en parte el rostro de alguien que parecía tener cierta apariencia de extranjera afincada en Madrid desde muchos años atrás: cara alargada de nariz grande y labios gruesos, ojos de color claro, flequillo largo sobre la frente (bastante inusual entre las mujeres mayores de la época), piel atezada. Siempre maquillada con un punto de exageración.

Se puede decir que su atuendo era moderno para aquellos años finales de los sesenta, cuando aún no eran habituales los zapatos con altas plataformas, las camisetas de tirantes atados al cuello, los sombreros de pescador para ir por la calle o los calcetines de colores brillantes. Durante el invierno, abrigos amplios, largas bufandas y coloridas boinas de ganchillo. Esta mujer vestía, siempre con extremada pulcritud, atuendos que algunas décadas después serían de uso habitual, pero no entonces.

Caminaba sola por las calles del centro de Madrid con paso apresurado, como si llegara tarde a una importante cita. La mirada baja, pensativa y, quizá alguna vez, emitiendo un casi imperceptible murmullo. Colgaba de su hombro un bolso de grandes dimensiones, en el que parecía transportar su vida.


Fotografía de autor desconocido.
La mujer escribía sus chistes y poemas de amor en un  tranquilo banco

Buscando un rincón tranquilo, sobre un banco del paseo de Recoletos o en cualquier otro parque del centro de la ciudad, sacaba los instrumentos para redactar su obra, no sin antes desplegar una amplia tela blanca sobre el asiento con el fin de preservar del polvo tanto a su ropa como a los enseres de su trabajo: cuartillas blancas, un bolígrafo de tinta azul y una carpeta sobre la que escribir los chistes y los poemas de amor que más tarde intentaría vender, como forma de ganarse la vida, anunciándolos con aquella voz pausada, grave y de cierta entonación foránea.

¡Chistes de amor! ¡Poemas de amor por veinticinco pesetas!

Hubo quien dio en llamar “la Rusa” a esta mujer peculiar, que anduvo por el centro de Madrid hasta los años noventa. ¿Alguien sabe de dónde vendría? ¿Cuál sería su nombre?

Una vez intercambiamos una moneda de veinticinco pesetas por uno de sus escritos. El papel, blanco y doblado horizontalmente, solo contenía una frase escrita con escrupulosa caligrafía puntiaguda, cuyo texto quedó en el olvido.

Comentarios

  1. En los 90 yo frecuentaba el McDonald's de Fuencarral, junto a los cines, y allí era frecuente encontrarla. Llamaba la atención por las plataformas y su anticuada indumentaria hippy

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    1. Recorría todo el centro de Madrid, a diario. Su indumentaria sería anticuada para los años noventa, pero para finales de los sesenta era moderna respecto a la de una mujer de su edad.
      Gracias por comentar tu recuerdo.

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